martes, 24 de junio de 2008

Vía Verde del ferrocarril Vasco-Navarro II


Un poquito de historia:

Hace ya más de cuarenta años que llegó el ocaso para el "trenico" vasco-navarro. Éste dejó de pitar al reanudar su marcha en la salida de cada estación. Este ferrocarril unía Estella con Vitoria y Bergara y atravesaba parajes de belleza sin igual.

Cuando cesó su traqueteo, dejó como legado vías y estaciones testigo de aquella época en que el tren era un medio de transporte fundamental. El estilo artístico "old english" del siglo XIX dió forma a los edificios que vigilaban la marcha del tren. Y hoy, algunas de aquellas infraestructuras vuelven a relucir vigilando el paso sereno de los viandantes o el "un poco más veloz" de los ciclistas. La recuperación de este trazado como vía verde comprende 22,8 kilómetros, de los que 14 ondulan por Navarra.

Aquellos que decidan seguir la huella dejada por el tren conocido también como "el cangrejero", surcarán numerosas barreras naturales. Colores suaves y tierras de cereal se despliegan en torno a esta ruta horadada entre montañas.

Uno de los pasos más llamativos del recorrido es el que encontramos entre Campezo y Arquijas. Una larga recta de 4 kilómetros salpicada por instalaciones técnicas perpetúa el recuerdo de las pruebas del TALGO. El famoso tren comenzó aquí su carrera.

El trazado del Vasco-navarro se prolonga hasta el desfiladero de Arquijas. Se trata de un barranco encajado entre la Sierra de Lokiz y las peñas de Costalera. Se caracteriza por la frondosidad de encinos y breña que lo adornan. Además, el paso está presidido por una fastuosa pasarela de nueve arcos y 30 metros de altura. Una impresionante obra de ingeniería con ecos bélicos que recuerda la primera guerra carlista y a uno de sus protagonistas, el general Zumalacárregui.

Tras salvar los meandros del río Ega, la vía sigue por el túnel de Acedo. Un prolongado y oscuro corredor de un kilómetro y medio. Para atravesar este pasillo se recomienda acudir provistos de linterna.

En Ancín la torre del agua rinde culto al pasado esplendor que ostentó esta vía vasco-navarra. Sus 12 metros de altura y su fisonomía de planta cuadrada y sillar, recuerdan que esta construcción sirvió para contener más de 2.000 litros de agua que servían para refrigerar los reactivadores eléctricos de la estación.

Estella, la vieja ciudad del Ega, era la última parada del ferrocarril. Y hoy perdura en cada rincón su sabor jacobeo y su riqueza monumental.

Merece la pena recorrer esta vía verde, un camino para el recuerdo y una ruta para los sentidos.

Fuente: Reyno de Navarra


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